En 1873 un joven empresario llamado Gerard Heineken descubrió su pasión por la elaboración de cerveza. Así fue que compró una parcela de tierra, en lo que es hoy el centro de Ámsterdam, construyó una cervecera y perfeccionó la receta que pronto se convertiría en la primera cerveza lager “premium” de Holanda. Pronto se corrió la voz y el nombre Heineken, estampado en cada botella individual, se convirtió en un símbolo nacional de calidad. En los siguientes 140 años su cervecera se expandió y los hijos y nietos de Gerard exploraron nuevos mundos, pero el nombre en la botella siguió siendo el mismo. Todavía hoy, cuatro generaciones después, sus descendientes tienen la pasión de elaborar una verdadera cerveza premium. Después de todo, cuando el nombre de nuestra familia está en juego, siempre nos preocupamos un poco más.
El éxito de Heineken radica en los ingredientes puros y naturales: la cebada malteada, el agua, el lúpulo y un pequeño pero importante detalle llamado levadura tipo A. La singular levadura tipo A de Heineken es la responsable del rico sabor equilibrado y las sutiles notas afrutadas que han distinguido a cada Heineken desde el siglo XIX. A lo largo de los años nuestros maestros cerveceros continuaron perfeccionando su artesanía. Sabemos que la fermentación de la cerveza en tanques horizontales en lugar de verticales estándar crea la presión perfecta para nuestra levadura tipo A. Eso es lo que da a cada Heineken su característico sabor intenso y equilibrado. También hemos aprendido que se tardan 28 días en preparar cerveza de hermoso color dorado. Sin duda es mucho más tiempo que la media, pero prefieren la paciencia y no sacrificar la calidad.
Han pasado 140 años desde que Heineken pudo denominarse una microcervecera. 25 millones de Heineken se sirven cada día en 192 países, Heineken comenta que la calidad no se mide por el tamaño de su marca, sino por la pureza de su cerveza.